21.4.88

a diez años de sarajevo esquina montevideo



Entrevista con Gabriel Peveroni por "Sarajevo esquina Montevideo". Por Brenda Werth


¿Cómo fue la recepción de la obra Sarajevo esquina Montevideo, en su estreno en Montevideo, en el año 2003?
La obra se estrenó en el año 2003 en un teatro llamado Puerto Luna, una sala que hoy ya no existe de la escena independiente de Montevideo. Una sala que funcionaba en el sótano de una casa antigua, en condiciones más o menos precarias, llevada adelante por un actor muy carismático -Iván Solarich- que fue uno de los disparadores para escribir la obra. La puesta en escena la dirigió María Dodera, y fue nuestro primer espectáculo trabajando juntos; después de Sarajevo hicimos El hueco (2004), Groenlandia (2005), Luna roja (2006), Berlín (2007), Exterminio (2008) y Shanghai (2011). Ella dirigiendo y yo escribiendo. Sarajevo tuvo una temporada corta de funciones –unas veinte, aproximadamente- debido al cierre de Puerto Luna. Eran tiempos muy difíciles en Uruguay; la crisis financiera de 2002 seguía pegándonos fuerte. De todos modos, tuvo una muy buena repercusión de público y crítica, ganando ese mismo año el premio Florencio a Mejor Actor para Iván Solarich, siendo candidata en las categorías Mejor Texto y Mejor Escenografía. Digamos que fue un debut muy intenso y con muy buena estrella, lo que me motivó a meterme muy en serio en el teatro.
¿Por qué elegiste crear "un puente" entre Sarajevo y Montevideo?  He visto otras obras que retoman guerras o eventos europeos, particularmente el Holocausto, pero usted escogió un lugar diferente. También me preguntaba por qué la elección por Sarajevo... 
La elección por Sarajevo fue mía, de trabajar con una guerra a la que había investigado y con la que me había obsesionado en el momento en que estaba sucediendo. Leí muchísimo sobre la guerra, sobre los debates que se generaron. El “puente” entre Montevideo y Sarajevo no es para nada caprichoso: Iván es nieto de croatas, es parte de una fuerte emigración eslava que se asentó en el Cerro de Montevideo (barrio obrero al oeste de la capital) entre los años 30 y 40 del siglo pasado. En Iván se entremezcla su pasión por la actuación, su militancia juvenil en el Partido Comunista Uruguayo, su nostalgia por la patria de sus abuelos, y en mí estaba la curiosidad por esa guerra, los cruces entre uruguayos-eslavos y un par de historias que no quería dejar pasar... una de ellas la matanza de una decena de militantes comunistas, muy cerca del Cerro, en el año 1972, a la que refiere el final de la obra.
Sarajevo está además imbuida de otros tantos puentes, de los que habla la novela de Ivo Andric Un puente sobre el Drina, de los que refiere Perez Reverte en su libro Territorio comanche, por ejemplo. Hablar de los Balcanes es hablar de puentes que separan y unen, puentes contradictorios, es hablar del territorio comanche entre la edad media y la modernidad, entre el cristianismo y el islam, entre otros tantos puentes. Y en mi Montevideo no tan mítica está también el puente que une y separa a la ciudad del Cerro... Además, me pareció que el tema era más cercano para tratar la impunidad en cuanto a los “holocaustos”... como pueden ser el terrorismo de estado en los 70 en el Cono Sur (Argentina, Chile, Uruguay), o el desastre étnico que practicaron los serbios en Bosnia. Y era mi tema en cuanto a honestidad, porque era y lo sigue siendo de mi particular interés.
Uno de los personajes más interesantes es el camarógrafo. Es un personaje que reta y cuestiona el papel de los medios masivos de la comunicación. Lo más intrigante es ver cómo se desarrolla su papel en el escenario.  ¿Cómo se lo colocó en el montaje?
En la puesta en escena hecha por Dodera su rol “baja” al de fotógrafo. No era posible hacer montajes excesivos y no teníamos la tecnología a disposición para otro tipo de búsquedas. Lo que sí fue muy acertado y generaba una atmósfera muy fuerte es que todas las acciones transcurrían en un “campo de concentración”, con los espectadores mirando de afuera de alambrados... y el camarógrafo-fotógrafo tenía su territorio escénico junto al público, lo que generaba una dosis extra de cercanía del voyeur con el público, con los que miramos la guerra por la tele, con el morbo.
Los puentes no se ven literalmente, pero sí se esclarecen una serie de comparaciones o "espejismos"; entre Sarajevo y Montevideo, entre el Actor y Bora, y al final del Actor y su pasado. ¿Cuál fue su propósito en utilizar este elemento comparativo para que el Actor llegara a conocer su pasado?
El propósito cuando escribí la obra fue el de mezclar tiempos y espacios para generar un juego escénico, provocar a la locura, exponer muchas cosas que había leído y visto sobre la guerra y lo que yo creo que genera una guerra. De hecho, en ese tiempo (2001-2003) en mi cabeza daba vueltas una idea que no abandoné en el proceso de escritura: la de que la situación de trauma que vivíamos en Montevideo por la guerra financiera (desempleo, miedos, frustraciones, enfermedades mentales) era similar a la de los traumas de guerra que había leido sobre Sarajevo... Ese es otro punto no menos importante, porque ahí no trabajé sobre la memoria, sino sobre una percepción del presente... La obra en ese contexto era decir “acá también estamos en guerra”.... Después no sé, no podría decir nada más... quizás las interpretaciones que se hagan (tuyas, de otros lectores, de espectadores) puedan ser más acertadas que mi propio parecer. En definitiva, no hay más propósito que el de proponerle un juego a Iván... Yo recién empezaba en esto y a él lo admiraba como actor y traté de esforzarme para que aceptara hacer la obra... Precisamente la semana pasada me lo encontré en una escalera y me dijo, así, de una... “Gabriel, hace unos días estaba pensando en llamarte... quiero que escribas una obra sobre Trotsky”... En fin, ya no tiene que ver con Sarajevo y poco sé de la historia de Trotsky para meterme, pero él hizo dos espectáculos posteriores que tienen que ver con Sarajevo: Comunismo cromagnon y Poggled, en los que retoma el personaje del Actor, que es en sus obras mucho más parecidos al que le escribí yo... ya que sobre su vida sabía poco y nada... Aunque acerté con la historia del abuelo que se escapaba cruzando un río.


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