Entrevista de Gabriel Lagos (La Diaria)
Gabriel
Peveroni (Montevideo, 1969) comenzó su carrera como poeta a finales
de los 80. Desde entonces ha sido alternativamente periodista,
novelista, dramaturgo, curador artístico y productor musical. Su
hiperactividad parece estar lejos de agotarse. En 2006,
sin ir más
lejos, se estrenó su obra teatral Luna Roja, fue editor de las
revistas uruguayas Freeway y Caras y Caretas, colaborador de la
española Zona de Obras, productor del programa de Tevé Ciudad
Motivos, coordinador del festival y exposición Montevideo en
Zaragoza y participante de un coloquio de literatura iberoamericana
organizado
por Casa de América en Madrid. Además, editó dos libros. Uno de
ellos es una historia del rock nacional. El otro, más reciente, MC
Morphine es una mezcla de guión teatral con escritura poética, y
también la excusa para esta entrevista.
Recuerdo
que cuando sacaste tu libro Poemas Religiosos decías que tus
amigos ahorraban para comprarse una moto y vos preferías editar un
libro.
Eso lo
dije en una entrevista que me hizo El País Cultural. Hace diez años
era una máquina de elaborar proyectos que no salían; eso puede
llevar a muchos a la frustración. Me refiero a proyectos personales,
como publicar un libro, comprarte una moto, mudarte o independizarte.
Son formas de canalizar la energía para mover determinada cosa.
Cuando hice mis primeras obras de teatro en el pub Juntacadáveres
-en realidad, terminé dirigiendo Cervezas y navajas por
impulso de otros-, tuve la posibilidad de entender cómo hacer para
que las cosas sucedieran, cómo eran más fáciles de mover que lo
que un frustrado pensaba. Por ejemplo, decidí no hacer una obra de
teatro para poder irme de la casa de mis padres, pero mudarme a una
casa nueva fue muy parecido: decorarla, montarla. Para mí no hay
diferencias entre un proyecto artístico y uno personal. Son
elecciones. Y cuando saqué aquel segundo libro de poesía -el
primero fue Princesa deseada- tuve que optar, porque no había
editores locos que quisieran editar poesía.
¿Y
dónde está la moto ahora? ¿Qué es lo que elegís para poder hacer
todo lo que hiciste el año pasado?
Elijo, por
ejemplo, caminar todos los días ida y vuelta al centro desde mi
casa. Es un momento para pensar, para hacer ejercicio y lo bueno de
la idea de que me puedo trasladar yo mismo: sólo necesito un poco de
tiempo y el clima adecuado. Puedo hacer eso, puedo escribir un libro
de rock, escribir una obra de teatro...
En
teatro encontraste una socia en María Dodera.
El teatro
es algo central en mi vida, mucho más que el periodismo, la
literatura y muchas otras cosas. Y vuelvo a Cervezas y navajas:
me vi envuelto en una obra, y
lo que
sentí ahí me encantó. Me comprometí con eso de pertenecer a un
equipo de gente, que remueve y genera muchas cosas. Escribí Rojo,
Luna Roja y Groenlandia
durante
los 90, y empecé a plantearme “¿me largo como director?”.
Porque Calderón ahora lo hace, mucha gente empieza a dirigir desde
muy joven, pero yo me encontré con el teatro de golpe y no lo había
estudiado. Así que preferí concentrarme en aprender a escribir. En
2000 le mandé mis obras a María Dodera, y en 2003 estrenamos
Sarajevo esquina Montevideo en Puertoluna, luego vino El
Hueco, y seguimos.
-Hablando
de Gabriel Calderón: leí una entrevista que te hicieron en el
Portal Montevideo, pero no pude determinar de qué fecha era. Allí
hacías una lista de teatreros que conectaban con la gente joven
-Roberto Suárez, Mariana Percovich, Alberto Rivero- pero no
nombrabas a Calderón. ¿Fue a propósito o porque la entrevista es
anterior al éxito que tuvo en 2005?
-Yo creo
que los espacios están y las cosas hay que hacerlas. Gabriel tuvo
problemas cuando dijo eso mismo, que no había teatro joven, cuando
recibió el Florencio. Y de
repente la
gente de 40 y pico también se queja de que hay pocos espacios. Pero
es muy raro, porque a la vez hay muchos espectáculos en cartel.
Claro, hay mucho que realmente es muy malo y corre a los espectadores
del teatro; también hay un público que está envejeciendo. Pero hay
poco que llame la atención a un público joven. Y,
además,
se ha olvidado mucho. Es importante hacer un registro de cosas que yo
viví como protagonista o espectador: los grupos Moxhelis, Con Perdón
de los Presentes, Bacalao, Suárez-Troncoso, Jarabe Blues, algunas
cosas que hizo Percovich. El
teatro
tiene eso: es un arte efímero, y si no hay registro parece que sólo
existieran la Comedia Nacional, el Circular y el Galpón. Pero
siempre atrás hubo una lucha por establecer algo alternativo. En ese
plan, Calderón viene a ser un creador muy
inteligente,
un tipo muy oportunista que encuentra espacios que ya estaban ahí,
aunque de repente no proponga ninguna renovación real a nivel
estético. Pero el hecho
de que se
lleve los lauros es problema de los que lo recibimos, no de él.
También puede ser que por su edad no haya podido ver las cosas
realmente radicales que se hicieron
acá. Y el
trabajo que hace con el kitsch, igual que Dani Umpi -a quien quiero
mucho- tal vez sea un poco anacrónico.
-Esa
voluntad de registrar lo que pasa la ejercés en tu trabajo como
periodista de rock. En iciembre editaste Rock que me hiciste mal:
el rock uruguayo de los 60 hasta nuestros días. Varios te criticamos
que el libro no tuviera el nivel de detalle que podría tener.
-Cuando yo
fui a ver El dirigible me encantó, y me pareció maravilloso
que Pablo Dotta hubiera tenido la libertad de hacer su película
francesa en Montevideo. Pero cuando salí del cine todo el mundo
discutía sobre la película que cada uno quería hacer: uno quería
hacer un policial, otro un drama político, otro filmar el tema de
los desaparecidos, y todos pasaron por alto que Pablo Dotta había
hecho su película...
-Pero
acá se compara con lo que vos mismo podrías haber hecho.
-Para mí,
ese libro entra en mi vida dentro del rubro trabajo. Yo escribí un
libro ya estructurado por la editorial. Es un libro de Banda Oriental
del cual yo participé como
periodista.
Yo tengo en mi debe hacer un libro sobre el tema, pero creo que
todavía no es el momento, falta distancia para separarse de cosas
que están sucediendo. Pero antes me gustaría hacer un libro
específico: estoy pensando en escribir sobre El Cuarteto de Nos.
-Como
periodista siempre has estado más cerca de la sección Espectáculos
que de Cultura. ¿Qué pensás de esa división?
-Yo me
duermo con El País Cultural. No me interesa. Acá en los años 90
nadie pudo traer el formato de Radar [el suplemento de Página/12] o
de Tentaciones de El País de
Madrid.
Eran formas de entroncar Espectáculos, Cultura y Tendencias, que no
sustituyen a lo anterior, pero creo que entre los extremos de las
carteleras marrones y la cultura despegada se pierde el registro más
o menos inmediato de cosas, se caen miradas críticas interesantes
sobre fenómenos actuales.
Roberto
de las Carreras, resucitado y rapero
“Cuando
hicimos Groenlandia conocí al gran actor Nicolás Becerra. Al
final del trabajo
me pidió
que le escribiera un monólogo; fue un desafío. Tenía el tiempo,
las ganas y la forma: quería escribir donde el cruce de lo dramático
y la poesía fuera a fondo. Tengo cierto amor-odio con el ambiente de
la poesía, donde fui un niño mimado a principios
de los 90
-los pequeños mundos del arte son como clubes de karatecas- y llegué
a sentir que podía escribir el mismo libro para siempre y llegar a
transformarme en un Bocha Benavides. Me espantó y dejé de publicar.
Pero ahora me molesta que me olviden. Como estaba tan lejos, esta
mezcla, donde hablo de la poesía en sí misma y de la poesía
uruguaya, es como una patada en el culo. Nicolás quería hacer un
personaje travesti, y yo le propuse hacer un drag-queen rapero.
También quería cantar o recitar un poema de
Juana (de
Ibarbourou), lo que me pareció perfecto para enganchar con Roberto
de las Carreras, que es uno de mis ejes. El Psalmo a Venus Cavalieri
lo debo haber regalado
como diez
veces”.
“Cuando
se ponga en escena, esta obra no la va a dirigir María Dodera. Se va
a hacer este año, con DJ Deep y CHS: la idea es armar un espectáculo
donde entre la cultura
hip hop.”
“Llega
un momento en que no nos interesa nada de lo de 1960, tampoco de los
del 45. Cuando le mostré Princesa deseada, un libro de amor, a
Darnauchans, me aconsejó leer a Roberto de las Carreras. Es un
tópico que luego sepultaron, pero en el 900 había una energía, un
motor, que no se compara con lo que vino después”.
“El leit
motiv ‘no estaba loca/ simplemente estaba rota’ es una frase del
grupo de rock español Ilegales. Yo aprendí mucho de los vasos
comunicantes que hay entre la cultura clásica, cosa Julio Herrera y
Reissig, y el rock, la cultura popular. En el rock hay pequeñas
cosas que son geniales en formato musical pero al llevarlas tal cual
al libro las aplanás; en cambio en intertexto funcionan”.
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