10.8.88

las afinidades electivas


Entrevista de Gabriel Lagos (La Diaria)

Gabriel Peveroni (Montevideo, 1969) comenzó su carrera como poeta a finales de los 80. Desde entonces ha sido alternativamente periodista, novelista, dramaturgo, curador artístico y productor musical. Su hiperactividad parece estar lejos de agotarse. En 2006,
sin ir más lejos, se estrenó su obra teatral Luna Roja, fue editor de las revistas uruguayas Freeway y Caras y Caretas, colaborador de la española Zona de Obras, productor del programa de Tevé Ciudad Motivos, coordinador del festival y exposición Montevideo en Zaragoza y participante de un coloquio de literatura iberoamericana
organizado por Casa de América en Madrid. Además, editó dos libros. Uno de ellos es una historia del rock nacional. El otro, más reciente, MC Morphine es una mezcla de guión teatral con escritura poética, y también la excusa para esta entrevista.

Recuerdo que cuando sacaste tu libro Poemas Religiosos decías que tus amigos ahorraban para comprarse una moto y vos preferías editar un libro.
Eso lo dije en una entrevista que me hizo El País Cultural. Hace diez años era una máquina de elaborar proyectos que no salían; eso puede llevar a muchos a la frustración. Me refiero a proyectos personales, como publicar un libro, comprarte una moto, mudarte o independizarte. Son formas de canalizar la energía para mover determinada cosa. Cuando hice mis primeras obras de teatro en el pub Juntacadáveres -en realidad, terminé dirigiendo Cervezas y navajas por impulso de otros-, tuve la posibilidad de entender cómo hacer para que las cosas sucedieran, cómo eran más fáciles de mover que lo que un frustrado pensaba. Por ejemplo, decidí no hacer una obra de teatro para poder irme de la casa de mis padres, pero mudarme a una casa nueva fue muy parecido: decorarla, montarla. Para mí no hay diferencias entre un proyecto artístico y uno personal. Son elecciones. Y cuando saqué aquel segundo libro de poesía -el primero fue Princesa deseada- tuve que optar, porque no había editores locos que quisieran editar poesía.
¿Y dónde está la moto ahora? ¿Qué es lo que elegís para poder hacer todo lo que hiciste el año pasado?
Elijo, por ejemplo, caminar todos los días ida y vuelta al centro desde mi casa. Es un momento para pensar, para hacer ejercicio y lo bueno de la idea de que me puedo trasladar yo mismo: sólo necesito un poco de tiempo y el clima adecuado. Puedo hacer eso, puedo escribir un libro de rock, escribir una obra de teatro...
En teatro encontraste una socia en María Dodera.
El teatro es algo central en mi vida, mucho más que el periodismo, la literatura y muchas otras cosas. Y vuelvo a Cervezas y navajas: me vi envuelto en una obra, y
lo que sentí ahí me encantó. Me comprometí con eso de pertenecer a un equipo de gente, que remueve y genera muchas cosas. Escribí Rojo, Luna Roja y Groenlandia
durante los 90, y empecé a plantearme “¿me largo como director?”. Porque Calderón ahora lo hace, mucha gente empieza a dirigir desde muy joven, pero yo me encontré con el teatro de golpe y no lo había estudiado. Así que preferí concentrarme en aprender a escribir. En 2000 le mandé mis obras a María Dodera, y en 2003 estrenamos Sarajevo esquina Montevideo en Puertoluna, luego vino El Hueco, y seguimos.
-Hablando de Gabriel Calderón: leí una entrevista que te hicieron en el Portal Montevideo, pero no pude determinar de qué fecha era. Allí hacías una lista de teatreros que conectaban con la gente joven -Roberto Suárez, Mariana Percovich, Alberto Rivero- pero no nombrabas a Calderón. ¿Fue a propósito o porque la entrevista es anterior al éxito que tuvo en 2005?
-Yo creo que los espacios están y las cosas hay que hacerlas. Gabriel tuvo problemas cuando dijo eso mismo, que no había teatro joven, cuando recibió el Florencio. Y de
repente la gente de 40 y pico también se queja de que hay pocos espacios. Pero es muy raro, porque a la vez hay muchos espectáculos en cartel. Claro, hay mucho que realmente es muy malo y corre a los espectadores del teatro; también hay un público que está envejeciendo. Pero hay poco que llame la atención a un público joven. Y,
además, se ha olvidado mucho. Es importante hacer un registro de cosas que yo viví como protagonista o espectador: los grupos Moxhelis, Con Perdón de los Presentes, Bacalao, Suárez-Troncoso, Jarabe Blues, algunas cosas que hizo Percovich. El
teatro tiene eso: es un arte efímero, y si no hay registro parece que sólo existieran la Comedia Nacional, el Circular y el Galpón. Pero siempre atrás hubo una lucha por establecer algo alternativo. En ese plan, Calderón viene a ser un creador muy
inteligente, un tipo muy oportunista que encuentra espacios que ya estaban ahí, aunque de repente no proponga ninguna renovación real a nivel estético. Pero el hecho
de que se lleve los lauros es problema de los que lo recibimos, no de él. También puede ser que por su edad no haya podido ver las cosas realmente radicales que se hicieron
acá. Y el trabajo que hace con el kitsch, igual que Dani Umpi -a quien quiero mucho- tal vez sea un poco anacrónico.
-Esa voluntad de registrar lo que pasa la ejercés en tu trabajo como periodista de rock. En iciembre editaste Rock que me hiciste mal: el rock uruguayo de los 60 hasta nuestros días. Varios te criticamos que el libro no tuviera el nivel de detalle que podría tener.
-Cuando yo fui a ver El dirigible me encantó, y me pareció maravilloso que Pablo Dotta hubiera tenido la libertad de hacer su película francesa en Montevideo. Pero cuando salí del cine todo el mundo discutía sobre la película que cada uno quería hacer: uno quería hacer un policial, otro un drama político, otro filmar el tema de los desaparecidos, y todos pasaron por alto que Pablo Dotta había hecho su película...
-Pero acá se compara con lo que vos mismo podrías haber hecho.
-Para mí, ese libro entra en mi vida dentro del rubro trabajo. Yo escribí un libro ya estructurado por la editorial. Es un libro de Banda Oriental del cual yo participé como
periodista. Yo tengo en mi debe hacer un libro sobre el tema, pero creo que todavía no es el momento, falta distancia para separarse de cosas que están sucediendo. Pero antes me gustaría hacer un libro específico: estoy pensando en escribir sobre El Cuarteto de Nos.
-Como periodista siempre has estado más cerca de la sección Espectáculos que de Cultura. ¿Qué pensás de esa división?
-Yo me duermo con El País Cultural. No me interesa. Acá en los años 90 nadie pudo traer el formato de Radar [el suplemento de Página/12] o de Tentaciones de El País de
Madrid. Eran formas de entroncar Espectáculos, Cultura y Tendencias, que no sustituyen a lo anterior, pero creo que entre los extremos de las carteleras marrones y la cultura despegada se pierde el registro más o menos inmediato de cosas, se caen miradas críticas interesantes sobre fenómenos actuales.


Roberto de las Carreras, resucitado y rapero
“Cuando hicimos Groenlandia conocí al gran actor Nicolás Becerra. Al final del trabajo
me pidió que le escribiera un monólogo; fue un desafío. Tenía el tiempo, las ganas y la forma: quería escribir donde el cruce de lo dramático y la poesía fuera a fondo. Tengo cierto amor-odio con el ambiente de la poesía, donde fui un niño mimado a principios
de los 90 -los pequeños mundos del arte son como clubes de karatecas- y llegué a sentir que podía escribir el mismo libro para siempre y llegar a transformarme en un Bocha Benavides. Me espantó y dejé de publicar. Pero ahora me molesta que me olviden. Como estaba tan lejos, esta mezcla, donde hablo de la poesía en sí misma y de la poesía uruguaya, es como una patada en el culo. Nicolás quería hacer un personaje travesti, y yo le propuse hacer un drag-queen rapero. También quería cantar o recitar un poema de
Juana (de Ibarbourou), lo que me pareció perfecto para enganchar con Roberto de las Carreras, que es uno de mis ejes. El Psalmo a Venus Cavalieri lo debo haber regalado
como diez veces”.
“Cuando se ponga en escena, esta obra no la va a dirigir María Dodera. Se va a hacer este año, con DJ Deep y CHS: la idea es armar un espectáculo donde entre la cultura
hip hop.”
“Llega un momento en que no nos interesa nada de lo de 1960, tampoco de los del 45. Cuando le mostré Princesa deseada, un libro de amor, a Darnauchans, me aconsejó leer a Roberto de las Carreras. Es un tópico que luego sepultaron, pero en el 900 había una energía, un motor, que no se compara con lo que vino después”.
“El leit motiv ‘no estaba loca/ simplemente estaba rota’ es una frase del grupo de rock español Ilegales. Yo aprendí mucho de los vasos comunicantes que hay entre la cultura clásica, cosa Julio Herrera y Reissig, y el rock, la cultura popular. En el rock hay pequeñas cosas que son geniales en formato musical pero al llevarlas tal cual al libro las aplanás; en cambio en intertexto funcionan”.  

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