Entrevista de Luisa Setaro
¿Cuánto
hay de tu vida en el personaje Nicolás?
Mucho y
poco. Nicolás es, en su prehistoria, uno de los amigos de Rodi,
protagonista de mi primera novela La cura. Allí era un personaje secundario y en El Exilio intercambié
los roles. De algún modo, Rodi es bastante más autobiográfico que
Nico, aunque en El Exilio hay algunos temas y asuntos que rozan de
cerca algunas cosas mías, sobre todo en la "ideología"
del personaje. En cuanto a que me haya pasado algo así... muy lejos,
aunque anecdóticamente te puedo contar que en esos años en que la
escribí -2000-2001- estaba muy mal económicamente y en una
relación de pareja muy difícil.
En ese momento fantaseaba con irme a vivir a Italia, incluso
hice todos los papeles de ciudadanía (mi abuelo era italiano),
por lo que de alguna manera la peripecia de la novela esconde-revela
dos cosas: mis ganas de irme a la mierda y no irme al mismo tiempo, y
mi obsesión por lo virtual, y también por estar solo...
¿Por qué
has elegido para Nicolás un exilio entre cuatro paredes, excluyendo una emigración posible? ¿Es una elección pintada de patriotismo, o
un simple escamoteo literario?
Por varias
razones... algunas de las cuales -casi personales- que vienen de la
respuesta anterior, además que me gustó la historia y me pareció
entretenido el mecanismo de ese "exilio". El antecedente de
estas búsquedas -en cuanto a tema- vienen de mis propias
"investigaciones" en el mundo del chat, que hice por los
años 1997-1998, por ahí, cuando empezó realmente la fiebre de las salas de chat y todo eso. Por otra parte me fascinó el fenómeno de los
reality-shows, especialmente las versiones de Gran Hermano producidas
en Argentina. Y se me cruzaron los cables... más allá de que el
tema "emigración", que en un principio no era el más
importante para mí, empezó tomando más fuerza en el relato... y
hasta en el título. Una observación: la novela originalmente se
llamaba Apestados, jugando un poco con el La cura de mi
primera novela y haciendo un pequeño homenaje a La peste de Camus... pero a los de la editorial les parecía excesivamente
negativo ese título y tuve que proponer uno de alternativa... que
incluyó la palabra "exilio" y la terminó marcando por ese
lado. A mí me sigue gustando la parte más negra de la peste, derivada de la epidemia de aftosa en las vacas uruguayas del año 2000,
un tema que se repite ahora en la gripe aviar o en la gripe porcina. Sigo con
la emigración... Me divirtió jugar ese exilio en un contexto cerrado. Es
posible que fuera el único exilio que yo pudiera imaginarme en el
momento en que escribí la novela. Si bien es un tema nacional en
Uruguay, es el país con mayor índice de emigración juvenil de
Latinoamérica, en mi familia y en mi vida no tengo nada sincero que
contar sobre esa experiencia. De todos modos excluyo todo posible patriotismo: odio ese término y el personaje aclara su
distancia con Uruguay, aunque no con Montevideo... Posiblemente
después del 2002 y en estos últimos años me siento más apegado a
mi ciudad, a contar de ella, a vivirla y sufrirla. Es un honor -entre
otros- vivir en la misma ciudad en que vivió Onetti, que la volvió
literaria. Y siento que una de mis "tareas" personales es
decir cosas de ella, de mi ciudad.
¿Cuál es
tu relación con todo lo que es “informática”? ¿Crees
que Internet, ademas de ser útil, contenga muchos peligros? ¿Cuáles?
Soy de la
generación de los 90... O sea que estoy un poco viejo para seguir el
tren de algo tan dinámico como lo es Internet y todo lo relativo a
la informática. Iría más lejos, a que mi generación se fascinó
con la televisión a colores, con los juguetes inalámbricos y
control remoto, luego con el fax y recién después con lo que vino a
ritmo más acelerado. No creo en que Internet sea peligrosa, para
nada, me parece una herramienta, una diversión, un escenario
maravilloso para el trabajo, la creación y las relaciones. Pero sí
soy cauto en mis propias elecciones respecto a Internet: la uso para
trabajar y sobre todo para obtener bienes culturales y relaciones que
serían imposibles o más difíciles sin ella. Por eso también
prefiero el e-mail a otros tipos de comunicación (mensajería
instantánea, facebook), porque además me siento defensor de la
palabra. Es más, todo mi mundo cercano, de mi propia aldea, lo
manejo personalmente o a lo sumo por teléfono. Me relaciono por
Internet para generar amistades y colaboraciones a distancia. Fui
parte de la subcultura cíber en los 90, cuando los primeros chats y
redes sociales, pero ahora no, aunque siempre estoy pirateando
películas y discos, buscando info y sobre todo admirando las redes
que se generan a a través de blogs, fotologs y otras variantes. Lo
único que lamento en el caso de la novela, es que la aparición de
la mensajería por celular, que en el año 2000 era poco menos que
una utopía, me desbarate un poco la trama...
¿Por tu
cuenta, el ciberespacio y la tecnología en general pueden tomar la
delantera sobre la vida real? ¿Y sobre las formas de comunicación?
Esto da
para conversarlo largo y tendido. Aunque no manejo muchos conceptos
sobre el tema, sí intuiciones que pueden ser acertadas o no. No
soy pesimista en cuanto al planteo de tu pregunta, como otros
"viejos" que suponen que lo virtual es un peligro bla bla
bla. Internet es una herramienta de comunicación que se suma a
otras, pero capaz de generar subculturas, que incluso han propiciado
cortes generacionales que van de la mano con su propio desarrollo. No
me asusta si los niños de hoy prefieren citarse en facebook que en
una plaza. El concepto es el mismo, de una plaza pública, salís con tus amigos y vichás quién está por ahí. Es super
interesante la posibilidad de conocer gente, ampliar círculos,
aunque paradójicamente lo que sucede es la guetización en base a
gustos y familias de referentes. Una suerte de tribalización que
no es precisamente un sueño de democracia y tolerancia: sobre esto
escribió largo y tendido Umberto Eco. Tampoco me gusta de Facebook
que sea un gran "baile de 15", un club social con sus
reglas y formas de comportamientos muy claras. Y como yo a mis 15
era un bicho punk, y siempre me costó relacionarme, es obvio que
prefiero estar afuera, o bien mirar de afuera. Internet potencia y
mejora las formas de comunicarnos, aunque exista el peligro del
control del estado y las corporaciones sobre nuestros gustos y
pensamientos. Pero de todos modos nadie se murió de Internet... Posiblemente se viva algún periodo de adicción intensa, pero seguro
que la relación vida real-vida virtual pueda manejarse con cierto
equilibrio. Pero eso también va en cada generación: los niños de
hoy la utilizan mucho más naturalmente que los que nos topamos con
Internet a los 20 o a los 30... El conflicto es diferente. En cuanto
a las formas de comunicación, antes de Internet, en el año 1980, se
hablaba del fin del libro, de los diarios, etcétera, por el crecimiento del monstruo de
la televisión. Hay que tener calma con exabruptos de
ese tipo. Creo que las formas se suman y se complementan. Al libro, en todo caso, no lo pudo matar ni el cine, ni la tele, ni Internet...
y mucho menos a la literatura o a los grandes relatos. Todas las
formas deben sí replantearse. Internet por ejemplo hirió de
muerte al formato disco, pero no es la música la que muere... Pero a
esta altura, y releyendo tu pregunta, pienso que la separación
real-virtual puede llegar a ser una falacia. Me atrevería a decir
que no existe, puesto que siento a Internet como una forma de vida,
decididamente real, una entidad mucho más definible y cuantificable
que la propia existencia de Dios. Y vivimos siglos coexistiendo con
ese tipo de historias virtuales y religiones. En todo caso, creo que
es una creación maravillosa que exige replanteos filosóficos del
individuo. Dos
reflexiones más que por ahí pintan mi forma de mirar el mundo:
cuando la gente se aterroriza con las cantidad de accidentes de
tránsito y se lamenta, suelo pensar en lo fabuloso de que con la
cantidad de automóviles que hay no sucedan más accidentes que los
que en verdad suceden... Eso me lleva ser muy positivo o
contemplativo del fenómeno Internet y las cosas negras las veo
por zonas más filosóficas, como por ejemplo sentir un poco de
terror por la cantidad de páginas, blogs y links muertos, fuera del
sistema, que nadie consulta. Porque en realidad Internet es una
zona mucho más muerta y oscura de lo que se cree. Es un gran cementerio.
¿Has participado alguna vez a un virtual game como por ejemplo “Second
Life”?
No, nunca
participé de juegos de ese tipo. Si hago jugar a mis personajes es
porque me gusta jugar en ese plano, en el literario, pero no me
divierten esos juegos para jugarlos. Además, creo que no van más
allá de lo que uno podía pensar y desarrollar en las primeras salas
de chat: cambios de género, disociaciones, creación de identidades y personajes, y
no más que eso, que son las bases de los juegos de este tipo.
¿La
música está muy presente en esta novela. Cuánto crees que sea
importante en el connubio con la literatura?
En mi vida
"real" soy periodista y crítico musical. Desde muy chico
soy un coleccionista de discos y de datos sobre el rock y otros
géneros. Y como también soy un admirador de las novelas de Nick
Hornby, Irvine Welsh, Bret Easton Ellis, Alberto Fuguet y un montón
más, es natural que la música entre en mis novelas. En Tobogán
blanco, mi tercera novela, que publico en breve, hice un
esfuerzo consciente para evitar que la música entrara tanto, pero
igual se me escapó alguna que otra referencia. Lo paradójico es
que a veces odio las novelas en las que entra la música.
Utilizas
muchos términos del lenguaje de Internet y del así llamado spanglish. ¿Cuáles son las relaciones entre éste último y
Uruguay?
Uy, el
spanglish... En la jerga en que me muevo y en la que se mueven
algunos de mis personajes se utilizan muchas expresiones en inglés.
La relación es más bien natural, de que los personajes hablen como
se habla en mi ciudad. Y mal que les pese a los "viejos",
desde mi generación en adelante se habla de cool, de man, de OK,
habitualmente... Lo mismo sucede con la jerga de Internet.
¿Cuáles
son tu autores de referencia?
Muchos y
los he variado con el tiempo. Me marcaron muchísimo Dostoievski,
Easton Ellis y mucho antes Bukowski y Miller. Siempre me definí por
una literatura en que se note el escritor, el tipo o la tipa que está
detrás, que haya un juego en esa relación escritor-personajes-
historias. Tuve también mi época Auster... pero últimamente mis
preferidos son dos franceses: Houellebecq y Nothomb. También me
siento marcado por dramaturgos como Koltés y Müller. Pero si
tengo que nombrar a uno elijo a Roberto Bolaño: es el más grande
escritor de nuestro tiempo. Cuesta meterse en él, pero es sencillamente
genial.
¿Has
definitivamente abandonado la novela para el teatro?
No. Tuve
sí unos años muy agitados de teatro, porque me hice muy amigo-socio
de María Dodera, una directora uruguaya que es genial y a quien le
gusta extrañamente montar mis textos. Llevamos seis en seis años, pero
por suerte este año lo tenemos sabático, así que aproveché para
terminar de editar Tobogán blanco y empezar a escribir
una cuarta novela...
¿Has
estado alguna vez en Piemonte, tierra de tus abuelos?
No, no he
estado, pero por medio de Internet contacté a varias
personas de Viguzzolo, que es el pueblo de mi abuelo, en la provincia
de Tortona. Me hice muy amigo del bibliotecario y también entré en
relación con una parte de la familia que está por allí. Pero
pronto tengo que ir a Italia.
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